Desde su creación en el 2009 las criptomonedas han despertado tanta expectación como desconfianza. Pero lo que en sus inicios parecía solo un concepto abstracto, con un futuro incierto, se ha convertido en una realidad en muchos mercados de todo el mundo.
Las criptomonedas, a diferencia de las monedas tradicionales, son activos digitales sin correspondencia física. Utilizan tecnología blockchain para conservar un registro permanente de todas las transacciones financieras que no puede ser alterado o manipulado, ya que la información se almacena de forma descentralizada. Además del aspecto físico, la diferencia más significativa entre la criptomoneda y la moneda tradicional es que la primera está controlada por el mercado, no por los gobiernos.
Aunque se han estado utilizando soe todo para inversión, la idea original de las criptomonedas es que fuesen una nueva forma de llevar a cabo transacciones financieras. Sin embargo, para esto necesitan una aceptación y uso mucho más amplios que los que tienen actualmente. De cara al público general, el hecho de que la moneda sea digital la hace demasiado intangible y abstracta. De hecho, tecnologías digitales más maduras y con una implementación más amplia todavía no han sido adoptadas por un significativo segmento de la población, como los pagos online.
Además, la creciente inversión de los últimos años también ha comportado una serie de problemas que no han ayudado a expandir su aceptación, como por ejemplo criptomonedas lanzadas al mercado sin la suficiente liquidez, criptomonedas fraudulentas, o que han sido hackeadas o utilizadas en actividades ilegales.
Sin embargo, los principales hándicaps son todavía la preocupación por la seguridad, la verificación de la identidad y la regulación de esta nueva moneda digital.
En un estudio realizado por Mitek soe 26 criptomonedas se han analizado tres variables: activación y apertura de la cuneta, seguridad y verificación de la identidad, y percepción y experiencia del usuario.
La media global para estos tres parámetros es de 12,4 soe 20. La mayoría de las criptomonedas están cercanas a la media, excepto Indacoin, con una puntuación de 4, y Luno, Coinbase y Gemini, con una puntuación de 16. Curiosamente, las que tienen puntuaciones más elevadas es gracias al parámetro de verificación de la identidad y seguridad, con puntuaciones de 8 y 9 soe 10.
Así, la confianza es clave para el futuro de las criptomonedas. Pero para ello es necesario por una parte que la tecnología se perciba como suficientemente segura, y por otra que se regulen, ya sea por parte de los gobiernos o de la propia industria, de forma que su uso quede protegido. Sin estos dos factores, la adopción masiva a largo plazo no parece demasiado viable.
El panorama actual todavía necesita evolucionar. Por ejemplo, los procesos de onboarding de las diferentes empresas de criptomoneda son muy diferentes, algunos funcionan muy bien mientras que otros no lo hacen en absoluto. Y no hay que olvidar que un onboarding lento, complejo o poco transparente tiene un impacto negativo en el usuario y en la percepción del servicio.
Sin embargo, el estudio muestra que los procesos que puntuaban alto en rapidez y simplicidad para el registro y activación obtenían a su vez una puntuación muy baja en seguridad e identificación.
El reto para las criptomonedas es el mismo con el que ya lidiaron en su momento los métodos de pago online: encontrar el equiliio entre seguridad y experiencia de usuario. Por suerte, las primeras pueden aprovechar el desarrollo realizado en las tecnologías existentes para procesos de onboarding digitales y verificación de la identificación del usuario, con lo que tienen mucho terreno ganado.
Con el aspecto tecnológico resuelto, y si se consigue avanzar en la regulación, es muy posible que el uso de las criptomonedas llegue a tener la suficiente aceptación para que nos planteemos un futuro sin moneda física.